Fue la novena batalla naval de la guerra franco-neerlandesa y la quinta librada en el Mediterráneo durante este conflicto. Tuvo lugar el 2 de junio de 1676 en el puerto de Palermo, en las costas de Sicilia En ella se enfrentó una flota francesa, mandada por el duque de Vivonne, a otra combinada hispano-holandesa, debilitada por las derrotas de Stromboli y de Agosta y por la muerte de su principal jefe, Michiel de Ruyter. Concluyó con una nueva victoria de la flota francesa, que a partir entonces dominó el mar Mediterráneo occidental hasta la guerra de sucesión española.

La flota francesa arribó a Palermo el 31 de mayo. Estaba compuesta de veintinueve buques, nueve brulotes y veinticinco galeras. En el puerto, los hispano-holandeses no habían completado aún la reparación de sus navíos y Jean Van Haën estaba embalsamando los restos de Ruyter, conservados a bordo del Eendracht. Gabaret y Tourville fueron a espiarlos en una falúa. Descubrieron que el enemigo contaba con veintisiete barcos (diecisiete de ellos holandeses), diecinueve galeras y cuatro brulotes. La bahía carecía de fortificaciones. Cuando Vivonne recibió el informe, decidió atacar a la flota enemiga mientras permanecía anclada.



La mañana del 2 de junio, el viento soplaba del noreste, es decir, hacia el interior del puerto, Vivonne lo aprovechó para aproximarse y lanzar los brulotes. Estos, empujados por el viento, pusieron en peligro las naves ancladas. Los capitanes, alarmados, cortaron los cables de las anclas, dejando sus barcos a la deriva; estos se deslizaron hacia el fondo del puerto, seguidos de los brulotes.

Aprovechando el desorden, Vivonne y Duquesne redoblaron el ataque y enviaron nuevos brulotes. En las filas hispano-holandesas cundió el pánico. El fuego pasaba de una nave a otra y algunas de ellas se hundieron o encallaron en el fondo de la bahía. El incendio amenazaba con extenderse incluso a la ciudad.

La almiranta española explotó. Diego de Ibarra se ahogó; La Cerda pereció. La galera principal española se incendió. Jean Van Haën murió y el contraalmirante Van Middelland se ahogó. Los holandeses, además de estos dos altos oficiales, perdieron a siete tenientes, dos mil quinientos soldados y marineros; los españoles sufrieron entre dos mil y dos mil quinientas bajas. Doce buques, cuatro brulotes y seis galeras fueron destruidos y se perdieron setecientos cañones, lo que suponía casi la mitad de la escuadra (si se cuentan solamente los navíos, que eran únicos buques listos para combatir). En el bando francés, excepto los brulotes, que habían cumplido su misión, no se perdió ninguna nave y solo hubo doscientas bajas. Estas pérdidas eran escasas, pero atestiguan la intensidad del cañoneo de las naves enemigas que pudieron escapar al fuego y lograron defenderse.




Bibliografía consultada:
- Enciclopedia General del Mar.
- Wikipedia. https://es.wikipedia.org.
- http://armada.mde.es/ArmadaPortal/page/Portal/ArmadaEspannola/conocenos_historia.
- Historia Marítima Española. Francisco Javier Oubiña