El 30 de agosto de 1638 la flota de “Tierra Firme” arribó cerca de La Habana para unirse con sus refuerzos. Su almirante Carlos Ibarra, no esperaba encontrarse con enemigos en aquella zona, pero a la altura de Pan de Cabañas, el vigía informó de velas enemigas: 17 buques holandeses, al mando de Cornelis Corneliszoon Jol “Houtebeen (Patapalo)” mientras que su flota apenas contaba con media docena de barcos de escolta y varios mercantes, a pesar de la diferencia ordenó preparar de antemano el convoy para resistir un posible ataque.
El primer día de contienda
Tras una noche de intensos, el 31 de agosto las flotas tomaron posiciones para combatir en las primeras horas de la mañana. Ibarra, sabedor de la importancia de mantener a salvo la carga, ordenó a sus buques de guerra que protegieran a los débiles mercantes formando una línea frente a ellos. Por su parte, Cornelis Jol prefirió aprovechar la superioridad numérica de su armada y no dudó en lanzarse a toda vela contra la flota de “Tierra Firme”.

Aproximadamente a las siete de la mañana, la primera bala cortó el viento en dirección a los españoles. Ésta fue seguida por una descarga de artillería cuyo tronar y humo coparon rápidamente todo el campo de batalla. Minutos después, cuando los cañones se silenciaron, Ibarra vio desde su nave como los holandeses se acercaban a su posición. Fiados de su superioridad, los holandeses se lanzaron al abordaje acometiendo dos y tres barcos a cada uno de los españoles. Ibarra, en cambio, ordenó a sus hombres no disparar hasta que los buques enemigos se encontraran lo suficientemente cerca como para no errar el tiro.

Decidido a tomar el barco de Carlos Ibarra a machetazo limpio, Cornelis Jol ordenó a su nave capitana avanzar hasta la posición del almirante hispano acompañada por varios navíos más. Llegaron decididos al abordaje, y la capitana de Joll metió el bauprés por la jarcia de trinquete de la contraria, teniendo el palo y la borda llena de gente que esperaba para iniciar el abordaje. En ese momento, Ibarra ordenó abrir fuego, decenas de cañones dispararon sobre la almiranta holandesa y los arcabuces varias descargas sobre los sorprendidos marinos enemigos. Tal fue el daño, que al gigantesco buque de Cornelis Jol no le quedó más remedio que retirarse para evitar ser destruido. La primera arremetida había sido evitada con gran éxito.
Humillados, y prudentes en vista de lo sucedido, optaron por quedarse a una distancia preventiva y cañonear hasta la saciedad el navío de Ibarra, algo que les dio mejores resultados, quedando la capitana española muy averiada.
La lluvia de fuego fue tan intensa que, el almirante vasco se vio obligado a coger una bomba enemiga que había caído en la cubierta de su buque y lanzarla por la borda: Ésta le reventó en las manos, hiriéndole la [metralla] en el brazo, cara y muslo, sin que por ello dejara su puesto.
Algo parecido sucedió con el resto de los buques españoles, los cuales lograron mantenerse firmes ante el asalto de los holandeses a pesar de sufrir varias decenas de muertos. Finalmente, tras ocho horas de largo combate, «Pie de palo» tocó a retirada. En ese momento, los hispanos aprovecharon para hacer un rápido recuento de daños. En la almiranta murieron 23 personas y quedaron 50 heridos, graves los más. Hubo en los demás galeones proporcionadas bajas.

Ese mismo día “Patapalo” reunió a sus oficiales con el objetivo de decidir cómo combatirían a partir de ese momento y, a su vez, deshacerse en gritos hacia aquellos torpes que, a pesar de contar con una superioridad numérica abrumadora, no habían conseguido romper las líneas de defensa española.
Se estableció que, algunas jornadas después, se llevaría a cabo un nuevo ataque contra la flota de “Tierra Firme”. Fuera por valentía o, simplemente por avaricia, lo cierto es que estaban resueltos a volver a puerto cargados de joyas y riquezas, y no iban a renuncia a ello por una única derrota.
Segundo día de contienda
El 3 de septiembre Joll volvió a la carga, aunque en este caso prefirió no lanzarse de bruces contra los españoles y ordenó a sus buques quedarse a media distancia, sabedor de que esta estrategia le permitía aprovechar su ingente número de piezas de artillería y la mayor preparación de sus hombres, Cornelis Jol se dedicó durante una buena cantidad de horas a disparar cañonazos sobre sus enemigos y, especialmente, sobre el bajel de Ibarra.
Durante la nueva contienda, uno de los objetivos prioritarios de los holandeses fue también el galeón Carmen cuyo capitán izó dos gallardetes en los palos del buque, lo que provocó que los holandeses tomaran a su nave por la insignia de la formación, disparándole incesantemente durante toda la lucha. Tampoco ayudó a este oficial hispano el viento, el cual le hizo quedar separado de la formación principal y, por lo tanto, ser rodeado por varios enemigos. Tras un intenso combate los holandeses se dieron por vencidos y abandonaron definitivamente la contienda.

Los españoles lamentaron este día 54 muertos y 200 heridos, de los que prácticamente la mitad lo fueron en el Carmen, al que el resto de la escuadra mandó toda clase de auxilios, incluidos buzos, para reparar sus vías de agua, tan dañado estaba el buque que, con la flota enemiga a la vista, hubo que llevar el navío hasta una bahía cercana para repararlo. Fuera como fuese, lo cierto es que Ibarra había logrado salvar el cargamento de plata.
Los daños en los buques holandeses habían sido considerables, y en cuanto a las bajas, en el primer combate lamentaron unos 50 muertos y más de 150 heridos, contándose entre los muertos el segundo y el tercer jefe de la escuadra, el vicealmirante Abraham Roosendael y el contralmirante Schout-bij-nacht Jan Mast y el capitán Antonij Muys. En el segundo combate, y entre muchos otros, murió el comandante Jan Verdist.
La vuelta a casa
El día 5, se unieron a la escuadra holandesa siete buques más. Sabedor de que, en esas condiciones, sería imposible llegar a La Habana, Carlos Ibarra se retiró cautelosamente hasta Veracruz, territorio al que llegó el 24 de septiembre. Posteriormente, partieron con dirección a Cádiz, lugar al que arribaron sin mayor contratiempo.
FLOTA ESPAÑOLA:
Galeones:
San Marcos: Almiranta. 860 tm. 54 cañones. Bartolomé de la Riva con Pedro de Ursúa como Almirante.
San Mateo: Capitana. 600 tm. 54 cañones. Carlos de Ibarra.
N. S. de Regla: 700 tm.
N. S. del Carmen: 600 tm.
Santiago (alias La Gallega): 600 tm.
San Juan: 600 tm.
Ángel de la Guardia: 600 tm.
– 1 Patache armado de Isla Margarita.
– 4 urcas (mercantes)
FLOTA HOLANDESA
Galeones:
Salamander, capitana (42 o 54 cañones, 600 toneladas)
Hoop (44 c, 500 t)
Oranje (34 c, 500 t)
Graaf Ernest (32 c, 400 t) Huyó del combate
Zwolle (28 c, 260 t)
Mercurius (26 c, 400 t)
Goeree (24 c, 340 t)
Overijssel (24 c, 320 t)
Wapen van Rotterdam (18 c, 260 t)
Tholen (12 c, 160 t)
Otras embarcaciones:
Bracht (16 c, 180 t)
Postpaard (11 c, ? t)
Kanarievogel (8 c, 30 t)
Goyana
Bibliografía consultada:
- Revista General de Marina
- Historia Marítima Española. Francisco Javier Oubiña Oubiña.
- Enciclopedia General del Mar.
- Wikipedia. https://es.wikipedia.org.
- https://www.pinterest.es
- http://armada.mde.es/ArmadaPortal/page/Portal/ArmadaEspannola/conocenos_historia.
- Diversos foros como:
- foro.todoavante.es
- foro.todoababor.es
- https://foronaval.com
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- spanishnavalhistory.blogspot.com
- https://vadebarcos.net
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