1309-1310 CAMPAÑA DE GRANADA. SEGUNDO DESASTRE DE ALGECIRAS

Fruto de los acuerdos firmados en 1308, Jaime II de Aragón y Fernando IV de Castilla debían comenzar el asedio de Almería y Algeciras, respectivamente, el año siguiente con el objetivo último de conquistar el reino de Granada, de cuyo territorio Aragón recibiría una sexta parte. Ambos monarcas habían resuelto que cada reino aportar a su propia flota para el inicio de la campaña, y Fernando IV se vio en la necesidad de convocar Cortes en Madrid en febrero de 1309 para recaudar los dineros necesarios con que hacer frente al pago de sus hombres, tras lo cual partió hacia Toledo para trasladar el cuerpo de su padre Sancho IV a un mausoleo en esta ciudad, y desde allí se dirigió a la frontera a mediados de mayo.

Fernando IV de Castilla

Establecido el Rey en Córdoba, le llegaron mensajeros de Jaime II anunciándole que ya tenía todo dispuesto para iniciar el cerco de Almería. Tras reunirse con sus hombres, entre los cuales se contaban como principales nobles el infante don Pedro y don Juan Manuel, Fernando IV decidió comenzar la campaña al unísono con Jaime II.

Consejo presidido por Jaime II de Aragón

Desde Sevilla hizo aprovisionar la flota, que avistó las aguas de Algeciras el veintisiete de julio, en tanto la escuadra aragonesa llegaba a Almería pocos días después, ya en agosto.

Mientras se desarrollaban las acciones para lograr la rendición de Algeciras, envió el Rey a Juan Núñez y Alfonso Pérez de Guzmán a tomar la plaza de Gibraltar, que cayó tras duros combates. El propio Fernando IV entró en la villa decretando la expulsión al otro lado del Estrecho de más de un millar de sus vecinos, y ordenó construir unas atarazanas para refugio de sus galeras, tras lo cual regresó al sitio de Algeciras.

Grabado que representa el enfrentamiento entre una galera cristiana y otra musulmana. Las galeras fueron los principales barcos de guerra que actuaron durante la batalla del Estrecho.

Los refuerzos que recibió el Rey por parte de su hermano el infante Felipe y el arzobispo de Santiago sumaban cuatrocientos caballeros, pero pronto la alegría inicial se tornó desesperanza ante el otoño tan adverso que se desató, con fuertes y frecuentes lluvias que impedían el abastecimiento del Real por tierra y por mar, ya que la flota no podía acercarse a la costa en medio de aquellas tempestades.

El asedio se prolongaba de manera infructuosa para ambos contendientes: los castellanos, faltos de hombres, con escasos suministros y sufriendo las prolongadas adversidades climatológicas, no eran capaces de tomar Algeciras; y los defensores tampoco podían ser auxiliados por los granadinos debido a esas mismas inclemencias atmosféricas. La situación, enquistada además por la tozudez de Fernando IV, encontró una salida cuando la enfermedad de Diego López de Haro, uno de los nobles fieles al Rey durante el sitio, se agravó tanto que su muerte era inminente. Entonces el rey Fernando, comprendiendo que no podría permitirse continuar el asedio si moría don Diego, consintió en levantar el sitio a cambio de las compensaciones que los granadinos le habían ofrecido, las villas de Quesada y Belmar con sus castillos más cincuenta mil doblas, cumplido lo cual Fernando IV se retiró con su ejército a Sevilla.

Diego López de Haro

Pero Fernando IV, probablemente dolido por el aparente fracaso de la campaña, después de enviar mensaje al Papa para darle cuenta de lo sucedido y para solicitar al mismo tiempo su ayuda con vistas a una posterior guerra, nada más firmar los pactos con Granada ordenó armar una poderosa flota para enviarla en apoyo de su hermano, el infante Pedro, quien debía atacar por tierra de nuevo Algeciras. Esta postrera empresa, fruto sin duda del orgullo del Rey, se convirtió al final en un rápido golpe de mano que cogió por sorpresa a los musulmanes, y en el que se obtuvo como recompensa el castillo de Tempul, próximo a la ciudad recientemente sitiada, tras lo cual el infante Pedro regresó a Sevilla donde aguardaba su hermano el Rey.

Finalizaba así una expedición en la que nada o muy poco se había conseguido a favor de los intereses de Castilla, si exceptuamos la toma de Gibraltar, y con la Marina Real como mudo e inoperante testigo de un nuevo fracaso ante la plaza de Algeciras. Una campaña que se insertaba en otra de mayor envergadura propiciada por Jaime II de Aragón para salvaguardar sus intereses comerciales en el Mediterráneo, y que encontró en Fernando IV al aliado necesario para intentar obtener sus objetivos.

Bibliografía consultada:

  1. La Marina de Guerra de la Corona de Castilla en la Baja Edad Media, desde sus orígenes hasta el reinado de Enrique IV (Tesis Doctoral). Francisco Javier García de Castro.
  2. Castilla y el dominio del mar en la Edad Media (1248-1476) (Tesis Doctoral). Manuel Flores Díaz.
  3. Cruzados, peregrinos y mercaderías a través del mediterráneo. (Evolución del buque y la navegación en el entorno templario como base de la creación y establecimiento de las primeras líneas regulares) (Tesis Doctoral). Alberto Muñoz Amor.
  4. Historia Marítima Española. Francisco Javier Oubiña Oubiña.
  5. Historia de la Armada del Cantábrico. Delfín Rodriguez Fernandez.
  6. La marina alfonsi al asalto de África. José Manuel Rodriguez Garcia.
  7. Las empresas navales de Castilla. José Cervera Pery.
  8. La Marina de Castilla. José Cervera Pery.
  9. Los Almirantes y la Política naval de los Reyes de Castilla en el siglo XIII. José Manuel Calderón Ortega.
  10. Wikipedia. https://es.wikipedia.org.
  11. http://armada.mde.es/ArmadaPortal/page/Portal/ArmadaEspannola/conocenos_historia.

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