La conquista de Sevilla ha marcado tradicionalmente el nacimiento de la marina de Castilla. Debido a esto, pero también a otras circunstancias alejadas de los aspectos navales, el tratamiento histórico de esta conquista adquirió gran tradición.
La campaña viene narrada en la Crónica del Rey Don Fernando, en la Crónica General, de Alfonso X, y en la Crónica de España de Lucas de Tuy.
Una vez tomada por el rey Don Fernando la decisión de conquistar Sevilla, se iniciaron las operaciones militares con acciones terrestres, pero pronto se puso de manifiesto que para la conquista de la ciudad de Sevilla, se necesitaba contar con una flota.

Esto se hacía necesario para proseguir el sitio de la ciudad, debido a su peculiar situación geográfica, en un meandro del río Guadalquivir y su conexión a la otra ribera del río, con el arrabal de Triana, lo que permitía el continuo abastecimiento desde la comarca del Aljarafe y del Reino de Niebla, así como el incesante hostigamiento del campamento las tropas cristianas mediante ataques en los que se empleaban pequeñas embarcaciones. Se evitaba así un enfrentamiento directo y definitivo contra las tropas cristianas en tierra a la vez que se iba produciendo un desgaste en su situación logística y moral, por lo que era una necesidad táctica el cerco completo a la ciudad, incluyendo su flanco fluvial. Para ello el monarca realizará un llamamiento a Ramón Bonifaz, que había dirigido eficazmente una flota en la toma de Cartagena. Su misión fue reunir una flota en los puertos del norte peninsular y que, en el plazo más breve posible, la condujera al Guadalquivir.
Así se reunió en 1247 en los puertos del Cantábrico (Castro Urdiales, Laredo, San Vicente de la Barquera y Santander) una flota compuesta por trece embarcaciones de gran porte, naos gruesas, y cinco galeras. Las primeras fueron alistadas de forma voluntaria por diversos mercaderes y marinos. Las segundas fueron construidas a cargo del erario real en Santander. Una vez formada, la flota partió para Sevilla y según parece la travesía no fue muy apacible debido al adverso régimen de vientos.

Antes de llegar a su destino y debido a que los musulmanes habían recibido noticias sobre el alistamiento y llegada al cerco de Sevilla de la flota castellana, se envió a primeros de agosto de 1247 una fuerza naval musulmana conjunta de Sevilla y naves benimerines de Ceuta y Tánger para intentar destruirla en Sanlúcar de Barrameda, en un combate decisivo entre las flotas castellana e islámica. Sin embargo, sin duda con el viento y las corrientes a su favor, lo que les permitió un mayor empuje y capacidad de navegación, así como una mayor posibilidad de maniobra, las escasas embarcaciones castellanas derrotaron a la flota musulmana.
Esta última estaba compuesta por un número mayor de embarcaciones, más de treinta, pero de menor desplazamiento. Los daños infringidos a la flota islámica fueron significativos. Tres galeras capturadas, una quemada y dos dañadas, posiblemente hundidas. Es este el primer combate naval documentado en la historia de la marina de Castilla en el que aproximadamente un veinte por ciento de las embarcaciones enemigas fueron inutilizadas.
Los sevillanos volvieron a actuar contra la flota castellana, siendo nuevamente derrotados, esta vez con el apoyo de tropas de tierra. Tras este combate y una vez llegada a su punto de destino designado por el rey, la flota castellana vio como el escenario de operaciones no era el adecuado para sus embarcaciones, el mayor porte de las embarcaciones cristianas que le proporcionaba por lo tanto mayor capacidad bélica cuando actuaba como flota, quedaba anulada.

En este marco se produjeron una serie de acciones en las cuales los musulmanes hostilizaban a la flota castellana con intención de destruirlas, intentaron quemar a la flota castellana con balsas que tenían tinajas que guardaban en su interior una mezcla de materiales inflamables, ataque por el río y por tierra que fue desbaratado tanto por las tripulaciones de las embarcaciones como por las tropas terrestres.
Posteriormente la flota castellana participó en una celada contra fuerzas musulmanas, colaborando con tropas de tierra. También se realizaron dos acciones contra tropas y embarcaciones sevillanas; en una de ellas se apoderaron de una carraca y de cuatro barcas, en la segunda interceptaron y mataron a toda la tripulación de dos zabras. Se puede considerar, a tenor de lo hasta aquí expuesto, que las fuerzas navales castellanas impidieron las comunicaciones marítimo-fluviales del enemigo.
Las fuerzas navales castellanas, debido a su versatilidad, pudieron actuar en diversas acciones a lo largo de todo el río en una multiplicidad de funciones, la más conocida de la acciones de la flota castellana es la ruptura del puente de barcas que unía a Sevilla con Triana. Se consiguió debido a la mayor potencia de empuje que poseían las naves redondas sobre las galeras cuando el viento les era favorable.

Se escogieron a las dos embarcaciones castellanas de mayor porte, fortaleció las proas, clavándole maderos muy resistentes a manera de coraza y el día tres de mayo de 1248, con viento favorable, arremetieron contra el puente de barcas en medio de los proyectiles con que los defensores les atacaban tanto desde el lado de Sevilla como desde el de Triana. Primero hizo impacto una de las embarcaciones castellanas, Rosa de Castro, dirigida por Rui Perez, que no logró su propósito, no así la segunda, Carceña, donde según la Crónica General de Alfonso X, estaba embarcado el Almirante Bonifaz, que atravesó el puente de lado a lado. Un fragmento de las cadenas que unía las barcas, se conserva en la iglesia de parroquial de Santa María de la Asunción, en Laredo.

No terminó aquí la aportación a la campaña de las fuerzas navales. Una vez que se logró la ruptura del puente y se completó el cerco a la ciudad, la flota fue enviada a mantener la posesión castellana de la ribera del lado de Triana. Los ataques castellanos tras la ruptura del puente de barcas no habían podido reducir a la guarnición del castillo de Gabir (Triana), desde donde se seguía intentando socorrer a Sevilla mediante el empleo de embarcaciones que sustituyeran el quebrado puente. Por eso mismo el rey mandó a los barcos que se apoderasen del arenal de Triana desde el que partían las embarcaciones para auxiliar a Sevilla, aunque debido a la respuesta andalusí no pudieron cumplir con esta misión.
El 23 de noviembre la ciudad de Sevilla, cercada por tierra y por agua y sin posibilidad de recibir auxilio alguno del exterior, se rinde. La flota fue licenciada en los inicios del año siguiente.

En un par de años, Alfonso X iba a ser el artífice de la creación del Almirantazgo, la institución que aglutinaría todos los asuntos referidos a la política naval de Castilla y constituiría los cimientos sobre los que formar una Marina de Guerra.
Bibliografía consultada:
- La Marina de Guerra de la Corona de Castilla en la Baja Edad Media, desde sus orígenes hasta el reinado de Enrique IV (Tesis Doctoral). Francisco Javier García de Castro.
- Castilla y el dominio del mar en la Edad Media (1248-1476) (Tesis Doctoral). Manuel Flores Díaz.
- Cruzados, peregrinos y mercaderías a través del mediterráneo. (Evolución del buque y la navegación en el entorno templario como base de la creación y establecimiento de las primeras líneas regulares) (Tesis Doctoral). Alberto Muñoz Amor.
- Historia Marítima Española. Francisco Javier Oubiña Oubiña.
- Historia de la Armada del Cantábrico. Delfín Rodriguez Fernandez.
- La marina alfonsi al asalto de África . José Manuel Rodriguez Garcia.
- Las empresas navales de Castilla. José Cervera Pery.
- La Marina de Castilla. José Cervera Pery.
- Los Almirantes y la Política naval de los Reyes de Castilla en el siglo XIII. José Manuel Calderón Ortega.
- Wikipedia. https://es.wikipedia.org.
- http://armada.mde.es/ArmadaPortal/page/Portal/ArmadaEspannola/conocenos_historia.
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