ATARAZANAS DE ARANJUEZ

El marqués de la Ensenada con el asesoramiento del cantante Farinelli, construyó una serie de falúas y botes, que tenía como fin que los reyes disfrutaran su estancia en Aranjuez, con un paseo por el río Tajo, ya llegada la tarde para evitar las horas de mayor calor, amenizado con funciones líricas románticas, que en muchas ocasiones eran culminadas con fuegos de artificio. Dicha travesía se desarrollaba entre El Sotillo y el Puente de la Reina, en un recorrido aproximado de cuatro millas. Popularmente fueron conocidas por la “Escuadra del Tajo” y en ella sirvieron oficiales y marineros de la Armada Real.

Detalle de un cuadro del Museo Naval

Los recorridos comenzaron el día 30 de mayo de 1754, y tanto gustó a los monarcas que fueron once los embarcos que efectuaron entre los meses de junio y julio.

Además de utilizarse para aquellas, las falúas estaban a disposición de la familia real para otros usos, como la caza o la pesca. Los botes por su parte eran utilizados en muchas ocasiones para los pequeños desplazamientos o para organizar improvisadas regatas. crearon una escuadrilla de marina de recreo fluvial.

Listado de embarcaciones

Embarcaciones

Para el mando de las embarcaciones estaban destinados 6 oficiales de mar; 1 condestable graduado de alférez de fragata y tres artilleros para los cañones y algo más de un centenar de marineros, todos procedentes del Departamento de Cartagena, que se desplazaban a la localidad madrileña a partir de mayo.

Mantenimiento de cauces

Para que las falúas pudieran hacer sus navegaciones sin incidencias, existían cinco embarcaciones denominadas “fangadas” para dragar el río. Eran de fondo plano y estaban provistas de dos grandes cucharones de hierro que, movidos por molinetes, limpiaban el fondo con objeto de mantener entre 1,2 y 2 metros de profundidad.

El personal embarcado en las dragas que realizaba su labor todo el año estaba formado por 15 marineros, un contramaestre y 30 «alumbres», que también procedían del Departamento de Cartagena y su relevo se verificaba durante los meses de octubre y noviembre.

Atarazana

Para satisfacer el apoyo logístico que demandaban estas pintorescas embarcaciones, en el margen derecho del río, en el lugar conocido por El Sotillo, se construyeron dos atarazanas y un cuartel para albergar hasta 200 hombres. También se habilitaron dos rampas para que pudieran ser echadas al agua con comodidad y se construyó un edificio abierto en el frente que daba al río, cuyo interior se había escavado con el fin de que quedara inundado, con objeto de servir de dique cubierto para preservar la falúa real, además de usarse como almacén de pertrechos. También se construiría, pegado a la parte de atrás de una de las atarazanas, una capilla.

En el pequeño arsenal trabajaban de forma permanente 6 carpinteros de ribera y 1 ayudante que, procedentes de los tres departamentos peninsulares, y 1 contramaestre con 1 ayudante. A mediados de mayo se completaba la plantilla con la llegada de otros 45 operarios.

Cañones que armaron las falúas

1754 – 1808

Aunque Carlos III no tenía una personalidad melómana, sí consideró apropiado erigir en El Soto del Rebollo la que se conocería como Casa de Marinos edificio que se concibió para albergar en su interior a las falúas. No obstante, fruto del relativo desinterés del monarca por el establecimiento, lo prueba el hecho de que en 1788 se había reducido en un 40 % el personal enviado desde Cartagena para cubrir su servicio.

Su sucesor, Carlos IV, ordenó remodelar todas las construcciones existentes e incluso se atrevió en ocasiones a dirigir personalmente la escuadra, cosa que a priori indicaba un interés por el lugar, pero en 1789 ordenaría trasladar embarcaciones desde Cartagena a la laguna de Ontígola.

1808-1936

Tras la invasión francesa, la Casa de Marinos quedó derruida y destruidas falúas del siglo XVIII.

Poco a poco iría renaciendo la escuadra durante la etapa de Fernando VII, y en 1814 se dotó al establecimiento de un pailebot. También tres años más tarde se llevaría allí una falúa que se construyó en el Buen Retiro y en 1825 se incorporaron otras dos más, que fueron bautizadas con los nombres de Amalia de Sajonia y María Isabel (alias La Portuguesa).

Además, Fernando VII ordenaría edificar en 1825 una nueva Casa de Marinos, que se erigió en la orilla opuesta donde se encontraba la anterior, concretamente en el lugar conocido por El Castillo, obras que duraron cinco años.

Respecto al destacamento allí destinado, la Real Orden de 5 de diciembre de 1817 dispuso que fuera integrado por soldados del Primer Regimiento de Infantería de Marina, siendo su régimen y gobierno aprobados especificando que fuese integrado por 108 hombres mandados por un comandante con rango de brigadier.

También Isabel II hizo uso de ellas con objeto de remontar el río y dirigirse hasta la Casa del Labrador, donde solía dar un almuerzo. En las recepciones y fiestas, la escuadra daba las salvas de honor.

Durante la etapa de la I República, y más concretamente por orden de Amadeo I, se restauró tanto la Casa de Marinos como la falúa de Carlos IV, además de dotar al establecimiento de un nuevo dique y dos embarcaderos.

En 1885, y a consecuencia de la epidemia de cólera que sufrió la localidad, la Casa de Marinos fue habilitada como hospital.

No obstante, en mayo de 1887, recuperó por unos días su original función, pues la reina regente, María Cristina, decidió visitar el Real Sitio y, aprovechando su estancia allí, decidió darse varios paseos por el río utilizando una de sus falúas, por lo que la elegida fue la de Carlos IV. Como llevaba muchos años en desuso, el Ministerio de Marina ordenaría carenarla y pintarla de nuevo para la ocasión, así como disponer que un regimiento de Infantería de Marina, cuatro cabos de mar y 18 marineros pasaran a Aranjuez, estos últimos, como es lógico, con objeto de marinarla.

En 1897 la Casa de Marinos fue de nuevo habilitada como hospital civil, y ya a principios del siglo XX, en 1902, se construyeron un chinchorro y una chalana. Durante la breve estancia de Alfonso XIII en Aranjuez en 1905, se puso a su disposición una canoa a motor para que visitara la Casa del Labrador y la Casa de Marinos, si bien no volvería a mostrar interés en regresar. Hasta el año de 1914 las falúas siguieron estando a disposición del rey con personal de la Armada.

Años después dispondría que era mejor conservarlas en el interior de la Casa de Marinos pudiendo ser visitadas hasta el comienzo de la Guerra Civil.

Desde 1964

La restauración de las falúas y del edificio que las alberga fue llevada a cabo por Patrimonio Nacional a lo largo de dos años (1964-66),

Museo de Falúas reales de Aranjuez

y de las seis embarcaciones que integran la colección del Museo de Falúas que se encuentra abierto al público en los jardines del Príncipe (frente al paraje llamado El Castillo) desde 1966. que ha llegado hasta nuestros días, solo dos sirvieron en el Tajo.

Falúa de Carlos IV de 1802.

Falúa de Fernando VII, María Isabel (La Portuguesa) de 1825

Bibliografía consultada:

  1. Revista General de Marina.
  2. Historia Marítima Española. Francisco Javier Oubiña Oubiña.
  3. Enciclopedia General del Mar.
  4. Wikipedia. https://es.wikipedia.org.
  5. Diversos foros como:
  6. foro.todoavante.es
  7. foro.todoababor.es
  8. https://foronaval.com
  9. https://blogcatedranaval.com
  10. spanishnavalhistory.blogspot.com
  11. https://vadebarcos.net
  12. mapasilustrados.com
  13. hispanismo.org
  14. navalaction.com

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