
En el Mediterráneo el enemigo era el Turco, que desde hacía más de un siglo pugnaba por hacerse dueño de la zona, teniendo como adversarios a los cristianos, encabezados por el Imperio español. Ahora resumamos una batalla naval que supuso un punto de inflexión en la lucha en el mar, en la forma en cómo los buques de vela se fueron imponiendo poco a poco a las galeras.
El Gran Duque de Osuna, virrey de Sicilia y Nápoles reorganizó la penosa flota española sita en los territorios italianos del Imperio español, y creó una flota poderosa y temida como nunca antes en la zona. Equipó con su oro galeras y galeones para hacer el corso y perseguir a los otomanos en cualquier parte; los soldados que llevaban a bordo y sus comandantes eran todos españoles, que eran los que daban el poder de combate a las embarcaciones.

El capitán Francisco de Rivera conocedor de su oficio, fogueado en mil lances, duros y con un valor que hoy en día sería difícil de comprender.
No quiero extenderme en su biografía, así que pasaré directamente a junio de 1616, donde el capitán español estaba bajo el mando de una pequeña escuadra de buques de vela con la misión de hacer el corso por la zona y ocuparse de una posible escuadra turca que, según avisos, se disponía a invadir Calabria.
Dicha escuadra constaba de los siguientes elementos:
- Galeón Concepción (capitana), 52 cañones. Bajo el mando de Francisco Rivera.
- Galeón Almiranta, 34 cañones.
- Nao Buenaventura, 27 cañones.
- Nao Carretina, 34 cañones.
- Nao San Juan Bautista, 30 cañones.
- Patache Santiago, 14 cañones.
Además hay que contar una urca de carga, que aparece en la relación de la batalla y que desconocemos el origen, aunque puede ser una de las embarcaciones apresadas y marinadas por una dotación de presa. Esta tendría una participación heroica como veremos.
Para hacer frente a esa hipotética invasión turca, se embarcaron a bordo de los buques un nutrido grupo de soldados españoles; unos mil mosqueteros. Esta fuerza sería vital en el combate.

Con sus cinco galeones y un patache, Rivera parte el día 15 de junio a vuelta de Chipre; les llegó un aviso de una potente escuadra turca, de unas 45 galeras que se iban a unir a otras hasta juntar 60, se habían hecho a la mar con intención de ir a por su pequeña escuadra. El capitán español sabia que llevaba las de perder, así que se fue a hacer aguada a Caravana. Allí Ribera contó a pilotos y cabos que lo mejor era ir a Xio, donde se sabía que estaba fondeada la flota turca y atacarlos allí, pero se decidió esperarlos en el cabo de Celidonia (Khelidonia), donde efectivamente, los turcos acabaron por encontrarlos.
El día 14 de julio todo parecía destinado a ser un desastre inminente para los españoles, cuando vieron aparecer 55 galeras, si no fuera porque la constancia, la superioridad militar, la bravura y la determinación que aquellos hombres tendría su recompensa.
Los turcos llegaron a los españoles con «una prisa terrible«, según palabras del propio Rivera. A lo que este respondió con la maniobra de juntar los bajeles, para evitar así que los rodeasen individualmente y los aplastaran por simple superioridad numérica. Una vez hecho, se dio la orden de que el galeón Almiranta, la nao Carretina y la urca que comentábamos anteriormente, estuvieran siempre juntos y se asistiesen unos a otros según lo fueran necesitando. En esta ocasión el trabajo en equipo se demostraría mejor que en ninguna otra batalla naval. Si uno caía, lo harían todos.
El patache formó a proa de la capitana (el Concepción), mientras que la capitana vieja se puso a su izquierda, con la orden de que si envestían al patache (la unidad más débil de los españoles) le abrigasen en medio de las dos embarcaciones más poderosas. Con todo esto preparado, con todos los hombres listos y armados, fueron al encuentro del enemigo. Empezaron a luchar a las nueve de la mañana. Y duró hasta el anochecer, que los turcos se retiraron, de momento.

Ocho galeras turcas habían dado a la banda (escoradas) y una de ellas había quedado desarbolada. Los españoles pusieron luz a sus fanales, al igual que los turcos, esperando el amanecer para seguir luchando. Ambos bandos se tenían ganas y la lucha era claramente sin cuartel.
Con las primeras luces del día, los turcos atacaron poniéndose a tiro de mosquete, hasta las nueve de la mañana cuando el Bey de Rodas con una veintena de galeras se decidió a embestir al Concepción y al Almiranta. El alférez Valmaseda, de la nao Carretina, estuvo bien listo cuando aprovechó la ocasión para atravesarse con el enemigo y hacerles un gran estrago. Desde luego hay que ser más que valiente para cruzarse en el camino de 25 galeras a velocidad de embestida. Los turcos se fueron en masa a por el buque, dejando a la Almiranta. Si los de la Carretina fueron valientes, los de la urca no se quedaron atrás. Saliendo de la banda siniestra de la Almiranta, se atravesó al enemigo e hizo más de lo que podía esperarse de tan pequeña embarcación.

Mientras esto pasaba, el Concepción de Rivera no estaba quieto, ni mucho menos. Al galeón insignia acudieron la galera Real otomana con seis capitanas a sus lados y otra veintena de galeras. Y ahí fue cuando los 52 cañones y la guarnición de soldados disparando sin cesar hicieron estragos en la escuadra turca. Y todo durante poco más de media hora. Rivera dijo: «Recibieron daño tan notable que no acertaban a retirarse.«
Se retiraron por fin y atacaron desde fuera hasta las dos de la tarde, pero siempre tan cerca que los cañones del patache les alcanzaban sin problema. Ese segundo día de combate dejo diez galeras a la banda y dos desarboladas. Los daños en los españoles eran más materiales que personales, y los buques estaban bastante dañados. Era normal por otra parte, tras el brutal ataque en masa recibido. Uno de los heridos fue el propio capitán Ribera, que fue alcanzado en la cara, afortunadamente sin mayores consecuencias.
Así que todo lo que quedaba de día y la noche fue aprovechado para remediar averías y pasar munición y pólvora a los buques que estaban escasos de ello, igualándolos para que nadie se quedara en inferioridad de condiciones.
Los turcos estaban comprobando que las ligeras galeras poco podían hacer contra los altos flancos robustos de los buques de vela cuando estos, además, estaban tan bien defendidos. Y la forma en que estos se daban apoyo mutuo cuando lo necesitaban. Eso les estaba costando muchas bajas y no pocas embarcaciones.
Sin embargo, el día 16 los turcos volvieron a la carga: la galera Real otomana atacó directamente al Concepción de Rivera, que logró rechazar el ataque a las tres de la tarde, retirándose la Real dos horas antes que las demás debido a los daños. Una galera turca se hundió y dos quedaron desarboladas, estando otras 17 a la banda.

Aquello fue el final, porque los turcos habían sufrido tantos daños y bajas que les fue imposible proseguir el combate al día siguiente, retirándose al abrigo de la noche mientras que la escuadra española permaneció a la espera en las aguas de la batalla.
Rivera logró un éxito inaudito hasta entonces. Las bajas españolas fueron relativamente pocas, para la intensidad de los combates: 34 muertos y 93 heridos. Eso sí, las materiales fueron cuantiosas. El Concepción tuvo que ser remolcado a Candía, ya que tenía los palos y la maniobra hechos pedazos, aparte de todo el agua que les entraba, que hasta Candía tuvieron que dar los soldados a las bombas. El Carretina también fue el otro que salió mal parado, aunque todos pudieron llegar, como digo, para repararse de nuevo y volver victoriosos a Nápoles, donde tenían su base.
Los turcos tuvieron muchísimos muertos y heridos, de las 55 galeras muchas se hundieron y 23 quedaron imposibilitadas de navegar. También dice que murieron unos 1.200 genízaros y más de dos mil de chusma y marinería.
El caso es que Rivera y su escuadra frenaron en seco a una más que potente flota turca y la desmantelaron en inferioridad de condiciones. El historiador Fernández Duro da 224 piezas de artillería (como mínimo) a los turcos, a disposición de emplearla a voluntad gracias a los remos, mientras que los españoles sólo disponían de medio centenar de cañones por banda. Si a esto le juntamos los 200 hombres de combate que, también como poco, llevaba cada galera a bordo, nos da unos 11.200 soldados turcos contra los 1.600 españoles a bordo de sus buques, vemos que fue una gesta con pocos precedentes en la historia naval.
Los galeones quedaron destrozados, necesitando carena costosa, más en realidad a poca costa se adquirió una victoria que tuvo como dice Novoa, eco en toda Europa, porque nadie ponía mientes en otra cosa que en el combate que por tres días de 6 bajeles contra 56 galeras, en que los primeros quedaron por dueños del campo, adquiriendo por consiguiente, la marina de Osuna una reputación, un prestigio moral tan glorioso, como aflictivo era el descrédito de los turcos.
Entre otros premios, Francisco de Rivbera fue ascendido a Almirante y honrado por el Rey con el hábito de Santiago.
Bibliografía consultada:
- Historia Marítima Española. Francisco Javier Oubiña Oubiña.
- Revista General de la Marina
- Enciclopedia General del Mar.
- Wikipedia. https://es.wikipedia.org.
- http://armada.mde.es/ArmadaPortal/page/Portal/ArmadaEspannola/conocenos_historia.
- Diversos foros como:
- foro.todoavante.es
- http://www.todoababor.es
- https://foronaval.com
- http://www.vecinosdeoleiros.es/blog
- https://www.armas.es/foros/historia-militar
- http://www.histarmar.com.ar/InfGral/AASidoli/CarreraIndias-10.htmhttp://www.playclicks.com