En 1780 a pesar de que la Armada Real británica empezaba a emerger como la primera marina de guerra del mundo, las armadas española y francesa aún estaban en condiciones de hacer frente a la británica operando en flotas combinadas. Precisamente, en el verano de 1779, una operación de este tipo bajo mando del almirante francés Louis Guillouet, conde de Orvilliers, y del español Luis de Córdova, sembró el pánico en las costas británicas tras poner en fuga a la escuadra del canal de la Mancha y apresar el navío HMS Ardent, dejando el terreno libre para la invasión hispano-francesa del Reino de Gran Bretaña.

Así, en el verano de 1780 partió de la localidad de Portsmouth un convoy compuesto por 55 embarcaciones armadas, escoltado por la flota del canal de la Mancha, que debería dividirse en algún punto del Atlántico, alejados de las costas ibéricas y de las rutas comerciales habituales para evitar encuentros fortuitos con navíos españoles o franceses, dirigiéndose una parte a la India para apoyar la guerra colonial, y la otra a Norteamérica para combatir a los rebeldes de las trece colonias. Los agentes de inteligencia españoles destacados en Londres consiguieron averiguar la fecha de salida del convoy y la posible ruta que iba a seguir antes de dividirse, enviando inmediatamente la información.
La escuadra combinada hispano-francesa abandonó las aguas del estrecho y se adentró en el Atlántico guiándose por las suposiciones hechas a partir de la fecha de salida, las características del convoy británico y la ruta más probable suministrada por los agentes españoles. Se enviaron varias fragatas de exploración que batieron una amplia zona del océano.
En la madrugada del 9 de agosto de 1780 una fragata exploradora española divisó en el horizonte un gran número de velas, que navegaban a unas 60 leguas al oeste del cabo de San Vicente. Con toda rapidez se envió la información al Santísima Trinidad, buque insignia de la escuadra combinada, bajo mando directo de don Luis de Córdova.

La noticia fue recibida con cautela, pues había dudas sobre si las velas detectadas correspondían a la escuadra del canal de la Mancha o si se trataba en efecto del convoy pero éste iba fuertemente escoltado.

El segundo mando español, don José de Mazarredo abogó inmediatamente por el ataque, ya que supuso que no había ninguna razón para que la flota británica se arriesgase a navegar tan alejada de las costas, salvo que no fuese escoltada.

Tras ordenar Córdova el ataque, las rápidas fragatas se dirigieron hacia la flota británica, seguidas por los navíos de guerra. El comandante británico John Moutray,

tras constatar la abrumadora superioridad del enemigo se dio a la fuga con los tres buques de escolta:
HMS Ramillies, navío de 74 cañones.

HMS Thetis, fragata de 36 cañones.
HMS Southampton, fragata de 36 cañones.

iniciando los buques mercantes una desbandada.
Ante esta situación, Córdova dio desde el Santísima Trinidad la señal de “caza general”, empezando una desordenada persecución en la que los buques españoles y franceses iban seleccionando y capturando presas según su propio criterio.

Una vez alcanzados, los mercantes se iban entregando sin presentar oposición ya que si bien todos ellos iban armados, poco podían hacer frente a los poderosos navíos de línea. La caza se prolongó hasta la noche, capturándose en total hasta 52 buques británicos de los 55 que componían el convoy. Las fragatas siguieron buscando a los buques huidos hasta bien entrada la madrugada, pero no consiguieron apresar a ninguno más.

Iniciada la inspección de los buques apresados, los aliados comprendieron la importancia del golpe asestado al Reino de Gran Bretaña, pues se habían capturado:
a) 37 fragatas, 8 bergantines y 9 paquebotes, armados con 294 cañones.
b) 80.000 mosquetes y 3.000 barriles de pólvora,
c) gran cantidad de provisiones y efectos navales destinados a mantener operativas las flotas británicas de América y el océano Índico
d) Vestuario y equipación para doce regimientos de infantería.
e) 1.000.000 de libras esterlinas en lingotes y monedas de oro, además todos los buques y bienes capturados estaban valorados en unas 600.000 libras.
f) Se hicieron cerca de 3.000 prisioneros, de los cuales unos 1.400 eran oficiales y soldados de infantería que pasaban como refuerzos a ultramar.
Cinco de los barcos capturados de la Compañía de Indias del Este (East Indiaman) fueron puestos al servicio de la flota española:
Hillsborough, de 30 cañones como Santa Balbina de 34 cañones

Mountstuart, de 28 cañones como el Santa Bibiana de 34 cañones.
Godfrey, de 28 cañones como el Santa Paula de 34 cañones
Gatton, de 28 cañones como el Colón de 30 cañones.
Royal George, de 28 cañones como el Real Jorge de 40 cañones.

El rey inglés Jorge III sufrió una lipotimia cuando recibió la noticia, no solo por el varapalo a las arcas del Estado, sino porque acababa de perder una importante suma de su propio patrimonio que había invertido en tres valores de la bolsa londinense. La compañía de seguros Lloyd’s, una de las inversiones del soberano, entró en números rojos la semana siguiente al conocimiento de la acción naval, tras tener que afrontar pólizas por un valor superior a la mitad de sus activos y perdió el 60 por ciento de su cotización en bolsa.