1582 COMBATES DE CAGAYÁN

La presencia española en las Islas Filipinas nos traería a finales del siglo XVI uno de los combates más insólitos de la historia: el enfrentamiento de Infantes de Marina españoles contra samurais japoneses (más en concreto ronin, samurais sin amo), siendo estas batallas la única evidencia histórica de un combate entre samurais y soldados europeos.

Los primeros asentamientos japoneses en las Islas Filipinas fueron de unos piratas conocidos como los wokou, muy activos en las costas de China, que habían comenzado a intercambiar oro por plata con la población nativa de la isla de Luzón en 1573. Sin embargo, ya en 1580 un corsario japonés se dedicaba a hostigar y saquear a los habitantes de Luzón.

Con motivo de estos actos de piratería en territorio del Imperio Español, el gobernador general de las Islas Filipinas escribe al rey Felipe II una carta (el 16 de junio) en la que relata esta situación, encomendándose al capitán de la Armada Juan Pablo de Carrión la tarea de expulsar a los piratas japoneses de las Islas Filipinas. En primer lugar, Carrión se enfrentó a un buque japonés en el Mar de la China Meridional, al que cañoneó con facilidad obligándole a batirse en retirada.

Juan Pablo de Carrión

En respuesta a esta agresión, el jefe de los piratas japoneses conocido como Tay Fusa navega al archipiélago filipino con una flota de 18 sampanes y más de mil hombres. El capitán Carrión consigue reunir siete embarcaciones (la galera Capitana, el navío ligero San Giusepe y cinco bajeles de apoyo) y 40 infantes de Marina españoles fuertemente armados.

El primer enfrentamiento se produce contra un junco, un barco japonés, al que la galera la Capitana dispara ráfagas de cañón causando múltiples bajas entre su tripulación. Pese a tratarse de un navío de mayor tamaño y contar una mayor tripulación que el español, los soldados españoles proceden al abordaje del mismo a cara de perro. Es en este momento cuando se enfrentarán a auténticos samurais japoneses, pertrechados con armaduras y katanas. El combate en la cubierta del barco enemigo no avanza por la inferioridad numérica de los españoles e incluso estos se ven obligados a replegarse a su propio barco, hasta el punto de tener que parapetarse en la popa para resistir el contraataque japonés. Finalmente será el navío San Giusepe el que al aparecer salve la situación disparando con sus cañones al junco, provocando la huida de los piratas.

Con tan solo 40 infantes españoles a su disposición, el capitán Carrión desembarca en la playa de Birakaya, en un recodo del río Tajo (río Grande de Cagayán) para atrincherarse construyendo una trinchera y colocando en ellas los cañones de la galera, con los que continuaron haciendo fuego y resistir el envite de 600 soldados japoneses, que tras intentar negociar su rendición se han negado a marcharse de las islas filipinas sin recibir una compensación económica a cambio. Se producen tres asaltos, los japoneses recurrían a la táctica de asir las astas de las picas para abrirse camino o hacerse con ellas, por lo que los españoles optaron por untar sebo en la madera durante la pausa entre las escaramuzas, a fin de que resbalaran y fueran más difíciles de agarrar

En el último de los asaltos hay una defensa a la desesperada hasta el último gramo de pólvora y la última bala. Pero los soldados españoles resistieron tras más de cuatro horas de combate y atacaron al enemigo en retirada causando numerosas bajas, por 10 de las propias.

Españoles y samuráis se enfrentaron en una dura batalla cerca de Cagayán (Grabado japonés 1857)

Probablemente, por primera vez en la historia, dos escuelas de esgrima antagónicas se enfrentaron a muerte en la cubierta de aquella embarcación mientras ambos barcos, iban a la deriva empujados por una suave brisa en medio de un griterío infernal. La técnica de las dos espadas toledanas que introdujeron los tercios en sus batallas europeas se mostraba más eficaz que la ágil katana, pues su acero era infinitamente inferior en calidad. También había que considerar la enorme protección brindada por el exoesqueleto metálico de los peninsulares frente a la muy ligera dada por los petos (más ornamentales que otra cosa) de los japoneses.

El pavor infundido por los Wo–cou o peces lagarto (pues así llamaban a los españoles), creó precedente entre sus pares, que no volverían a pisar las Filipinas hasta la Segunda Guerra Mundial

Bibliografía consultada:

  1. Revista General de Marina
  2. Historia Marítima Española. Francisco Javier Oubiña Oubiña.
  3. Enciclopedia General del Mar.
  4. Wikipedia. https://es.wikipedia.org.
  5. http://armada.mde.es/ArmadaPortal/page/Portal/ArmadaEspannola/conocenos_historia.
  6. Diversos foros como:
  7. foro.todoavante.es
  8. foro.todoababor.es
  9. https://foronaval.com
  10. https://blogcatedranaval.com
  11. spanishnavalhistory.blogspot.com
  12. https://vadebarcos.net

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