SUSTITUYE AL DE COLINDRES Y ES REEMPLAZADO POR EL DE GUARNIZO
Al igual que en otras villas costeras, en Santoña se venían realizando desde varios siglos atrás construcciones navales. Es escaso calado que presentaba la Ría de Limpias a su paso por Colindres fue una de las causas determinantes del abandono del astillero de Falgote situado en esta localidad, acelerado por los enormes problemas que presentó la botadura de los tres últimos galeones que salieron de sus gradas, todos ellos con un arqueo superior a las 1.300 toneladas. El lugar elegido para los buques de mayor bordo era el playazo llamado del encinar, que se extendía desde la punta de San Martín a lo largo de la ribera sur.
Felipe V, necesitado de afianzar su trono y proteger los territorios de la Corona de las apetencias del resto de sus potencias europeas, inicio pronto una importante política de reforzamiento marítimo. Con este objetivo, se produjo una serie de rápidas actuaciones: la creación de la Secretaría de Marina en 1714 comenzó a dar frutos tangibles en 1717, con el nombramiento de José Patiño como Intendente General de Marina. Punto fundamental en esta política naval habría de ser la realización de importantes construcciones navales, ya que la Armada se encontraba en estado de total postración. El personaje más destacado de este periodo inicial fue Antonio Gaztañeta Iturribalzaga, autor en 1712 de unas Proposiciones de las Medidas Arregladas a la Construcción de un Bajel de Guerra de Sesenta Codos de Quilla, primer «manual» que pretendía uniformar y sistematizar la construcción naval española.

Lo cierto es que en Santoña se daban todas las características apuntadas para los Reales Astilleros: buenas condiciones naturales y geográficas, fácil defensa, tradición en construcción naval (con la consiguiente mano de obra especializada) y terrenos amplios propiedad del Estado. Este último extremo está atestiguado documentalmente, puesto que en 1756 se vendió a un particular un almacén situado en el complejo del astillero.
Un total de cinco constructores franceses, traídos por el nuevo rey desde su país natal y que ayudarían a definir las formas características de los buques españoles partiendo de las expresadas en 1712 por Gaztañeta. Indudablemente, en Santoña se estaba produciendo un interesantísimo intercambio de información en torno a estos tres navíos, uno de 70 cañones y dos de 60, que por esa fecha se hallaban aún en grada.
Así, y siendo aún Gaztañeta Superintendente de Fábricas y Plantíos de las Cuatro Villas, en Santoña se comenzó en 1724 a ejecutar el proyecto de levantar unas gradas o diques permanentes para la construcción y carenado de los buques. Son las primeras estructuras de este tipo de las que tenemos noticias en España. Las gradas, en perfecta orientación norte-sur, se comenzaron más al oeste de la población, frente al fondeadero interior de la Bahía.

Los calados aquí eran respetables y suficientes para la botadura de grandes vasos, puesto que alcanzaban en pleamar los 13,5 metros, y su ubicación más al interior de la Bahía y tras el Puntal aseguraban una defensa más eficaz.
El 12 de junio de 1719, tropas francesas embarcadas en fragatas británicas pusieron pie en la playa de Berria, y tras tomar el monte se hicieron a la mañana siguiente con la población. Arrasaron el astillero y los tres navíos (uno de 70 y dos de 60 cañones) que se hallaban en avanzado estado de construcción, levantadas ya las segundas cubiertas.
El desastre sufrido en el Real Astillero de Santoña no hizo abandonar en el objetivo de recrear una gran marina de guerra. El Estado continuó entonces las botaduras en Guarnizo, adonde se trasladaron en 1721 los restos que se salvaron de la destrucción del astillero de Santoña, y se afirmó en 1722 un asiento con el constructor Mateo Castaign para la fábrica de dos navíos de 80 cañones por el método desarrollado por Gaztañeta.
Enero de 1726 fue el anuncio del fin de las construcciones reales en Santoña. Se trasladó a Guarnizo toda la infraestructura aquí existente; incluso más tarde, las construcciones ya iniciadas, por ejemplo el navío Santa Isabel, de 60 cañones, que ya estaba en Guarnizo en 1727.
Por último, queremos hacer notar que posteriormente continuaron las botaduras, aunque fueran para particulares: así en 1739 el Estado dio licencia al santoñés Antonio de la Piedra para construir un patache de 100 toneladas..
- Armada Española.
- Jorge Juan y los Arsenales.
- Arsenales y construcción naval en el siglo de la Ilustración. XXVI Jornadas de Historia Marítima.
- Un trozo de historia de la Construcción Naval Española (1.868 – 1.918) (2ª parte). José María Sánchez Carrión. Ingeniero Naval.
- Jorge Juan y la Construcción Naval española en el siglo XVIII.pdf. Víctor San Juan.
- La industria naval en el País Vasco, siglos XV y XVI. Aitor Leniz Atxabal.
- Pasaia atlántico: patrimonio marítimo. Erramun Goienetxe Patrón.
- http://www.wikipedia.com